Islandia dejará de cazar de ballenas a partir del 2024, actividad que practica al igual que Japón y Noruega.

Las razones

Svandis Svavarsdottir, integrante del partido verde de ese país, escribió para el periódico Morgunbladid que Islandia no permitirá la caza de ballenas debido a que esta actividad no ha representado ninguna ganancia económica y que el producto no tiene una alta demanda.

Esta baja en la demanda se debe a que Japón, principal mercado de Islandia, volvió a cazar ballenas comercialmente en el año 2019, luego de que abandonara a la Comisión Ballenera Internacional después de tres décadas de inactividad.

Además, a la falta de rentabilidad se suma que la caza se ha encarecido porque se extendió una zona protegida que tiene prohibición de pesca, lo que hace que los balleneros tengan que desplazarse más adentro del océano. También han contribuido a la baja en las ganancias económicas el hecho de que cada vez hay más restricciones para las importaciones de carne y las fabricas debieron cerrar debido a la pandemia de Covid-19.

Junto con Islandia, Japón y Noruega aun permiten la caza de ballenas.

¿Se está protegiendo a las ballenas con esta decisión?

Es importante aclarar que la caza de ballenas en Islandia NO se acaba porque hayan tenido en cuenta el sufrimiento de los animales ni tampoco el impacto en la salud de los océanos. La única razón por la que están planteando la prohibición es que no les está siendo rentable.

Y a pesar de que esta no sea la razón ideal que los defensores de animales buscamos cuando se implementan estas prohibiciones, es importante preguntarnos ¿qué papel tenemos en el juego del mercado? ¿No resulta claro que cuando como consumidores dejamos de comprar un producto, la oferta también baja?

Ahí entonces debemos pensar que el sufrimiento de los demás animales que pagamos con nuestro dinero para comerlos, usarlos como ropa, usarlos como modelos de experimentación o como atractivos turísticos (por mencionar algunas actividades), puede evitarse si nosotros mismos presionamos y dejamos de consumir todo aquello que los daña. En nuestras manos hay un gran poder que debemos empezar a usar para exigir que los animales sean respetados y dejados en la paz de su propia existencia.