Muchos animales en cautiverio sufren evidentes afecciones físicas como obesidad, artritis, heridas, neumonía, infecciones, padecimientos dentales, entre otros. Sin embargo no solo el estado físico de estos animales se deteriora al estar en cautiverio, su estado mental también lo hace.

Algunos comportamientos que evidencian ese deterioro son los que se llaman como “esterotipias” o “movimientos estereotipados que son hábitos repetitivos como caminar de un lado al otro, mover la cabeza para los lados y morder los barrotes de sus jaulas, por mencionar algunos.

Un reciente estudio desarrollado por Bob Jacobs profesor de neureciencias del Colorado College, y Lori Marino, presidenta del Whale Santuary Project y ex profesora principal de la Universidad de Emory, indica que vivir en cautiverio, en entornos pobres y estresantes daña el cerebro.

Permanecer en estos lugares sin estimulación intelectual ni contacto social parece causar el adelgazamiento de la corteza cerebral, la parte del cerebro que participa en el movimiento voluntario y en la función cognitiva superior, incluida la memoria, la planificación y la toma de decisiones.

Además los capilares se encogen, privando al cerebro de la sangre oxigenada necesaria para sobrevivir. Las neuronas se hacen más pequeñas, y sus dendritas – las ramas que forman las conexiones con otras neuronas – se vuelven menos complejas, perjudicando la comunicación dentro del cerebro. Como resultado, las neuronas corticales de los animales cautivos procesan la información de forma menos eficiente que las de los animales que viven en entornos enriquecidos y más naturales.

En su vida natural estos animales recorren grandes distancias para buscar comida o encontrar pareja. Los elefantes normalmente viajan entre 25 y 200 kilómetros por día. En un zoológico, hacen un promedio de tres millas diarias, a menudo caminando de un lado a otro en pequeños recintos. Una orca estudiada en Canadá nadaba hasta 200 km por día; mientras tanto, un tanque de orcas promedio es unas 10.000 veces más pequeño que su rango de acción.

Los comportamientos repetitivos y estereotipados que muchos animales adoptan en cautiverio son causados por un desequilibrio de dos neurotransmisores, la dopamina y la serotonina. Esto perjudica la capacidad de la vía indirecta para modular el movimiento, una condición documentada en especies como pollos, vacas, ovejas y caballos, primates y grandes felinos.